La oferta gastronómica del Royal River Luxury Hotel está a la altura de su excelencia. Las opciones son varias: Kokoro (cocina asiática), Flamingo (bistró francés), Pineapple (estilo provenzal y tropical) y The Top, ubicado en el punto más alto del Hotel, con panorámicas hacia la Montaña del Conde, el campo de golf Costa Adeje y el océano Atlántico. La decoración es atrevida, exótica, moderna, recargada y armónica. Te sientes arropada y muy especial.

La apuesta de este último restaurante, en donde cené con Carlos Cabrera, responsable de Alimentación del Grupo Luxury Tenerife Hotels, destaca, sobre todo, por el producto. El menú consistió en Coliflor asada, tahini de perejil, almendras y semillas de girasol; Tartar de tomate asado con cremoso de albahaca, aguacate y piparra, y Burrata ahumada, anchoas, tomatitos asados y pesto. Este último, extraordinario por sabor, color y estética.

Los principales: Albóndigas de Waygu, salsa Teriyaki y puré de topinambur, y Surf & Turf, un mar y tierra con solomillo a la brasa acompañado con cola de langostino, salsa bearnesa y puré de Topinambur. El colofón, los postres: una apuesta atractiva y diferente del repostero Pedro Ferrera (dará qué hablar). Nos ofreció Milhoja de trufa, frutos secos y caramelo invertido; Puro cubano, con ceniza de azúcar y un mojito (versión de un postre de los Hermanos Roca que podría presentarse con un puro de La Palma con arena de ceniza volcánica. Veremos si aceptan la propuesta), y Bosque de laurisilva sobre tierra mojada y bajo la bruma (agua de vapor y helio con gotas de agua de lavanda). La puesta en escena fue de lo más interesante.

La carta de vinos, extensa y muy completa. El maridaje fue con champagne Pascal Doquet (Blanc de Blancs), todo un referente de elaboraciones biodinámica en la Côte de Blancs. El tinto, un Puerto Rubio 2018, 100 % tempranillo. Soberbio, estructurado, complejo y muy aromático con ciertas notas minerales.

Una experiencia difícil de olvidar.