Hoy les traigo una leyenda más real que muchas realidades vamos a llamar… certificadas. Lo he leído de un relato de Elsa López, en el que cuenta la historia de Leocricia Pestana Fierro (1853-1926), integrante de una familia de la burguesía de Santa Cruz de La Palma.

Era una niña muy sensible y soñadora lo que, unido a la muerte de la mayoría de sus seres queridos, fue haciendo de ella una mujer de carácter tímido y reservado. Quienes la conocieron la describen como una mujer sensible y delicada en el trato, menuda, agraciada de cara, la frente despejada y la mirada segura. Su hermano, Segundo Gabriel, cofundador de la logia Abora 91 de La Palma, y al que ella estaba muy unida, comprará la hacienda de la Quinta Verde, lugar de reunión de masones.

Se casa con Dionisio Carrillo, fotógrafo. Fue un matrimonio de conveniencia, habitual en la burguesía de aquellos años. Incompatibles a nivel político y sentimental. A la muerte de su hermano, se constituye en su heredera y pasa a ser propietaria de la Quinta Verde. Sin embargo, a causa de un gravamen que pesa sobre la finca, llega a un acuerdo con el nuevo propietario por el que le cede la propiedad pero se reserva para su uso la parte alta de la Casona y los jardines inmediatos.

En La Quinta Verde recibe a intelectuales de relieve que muestran un interés especial por conocerla. Las crónicas y periódicos de la época hablan de sus apariciones públicas; sus debates frente a la burguesía conservadora de la Isla, y sus creaciones literarias que responden al espíritu de una mujer que sueña con ser libre y hacer libres a los que la rodean. La educación recibida unida a la admiración por un método revolucionario de enseñanza que buscaba fomentar la libertad, la igualdad y la fraternidad, más las ideas masonas que comparte con su hermano Segundo, la llevan a convertirse en partidaria del libre pensamiento y en una firme defensora de las libertades, del laicismo, del racionalismo, de la igualdad y libertad de las mujeres. La clase social a la que pertenece la aísla por no admitir sus ideas y se acaba convirtiendo en un ser incomprendido y, sobre todo, incómodo para la sociedad en la que le ha tocado vivir.

«En veladas literarias y musicales lee sus poemas dejando admirados a quienes acuden a conocerla»

Adquiere un gran prestigio. En veladas literarias o musicales lee sus poemas dejando admirados a quienes acuden a conocerla. Es un personaje público a quien vienen a visitar pensadores de fuera de la isla y del Archipiélago. Pero, poco a poco, va dejando de asistir a los actos públicos. Su retiro en la Quinta Verde es cada vez más acentuado.

La noche del 4 de abril de 1926 supo que había llegado el final y escribió su última voluntad. Falleció de un ataque cardíaco mientras dormía.  Había dejado escrito que la enterraran en el Cementerio Civil junto a su esposo y que su biblioteca fuera entregada a la Cosmológica; que sus muebles se vendieran y el dinero obtenido fuera para los pobres de Santa Cruz de La Palma. Ninguno de sus deseos fueron cumplidos. Ni siquiera el de abandonar la Quinta Verde por la escalinata de piedra y la puerta almenada.

Todavía hay quien la ve pasear vestida de blanco por La Quinta Verde las noches de luna llena, quien la ve vagar por el cementerio buscando la tumba de su esposo para dejar en ella unos poemas y quien la oye recitar y escucha su voz bajar barranco abajo.