El reloj de bolsillo se concibió para ser exhibido, pues era un objeto representativo de poder adquisitivo y estatus social, no solo por los valiosos materiales en los que estaban fabricados (rubíes, esmeraldas, zafiros o diamantes), sino que, además, representaba un gran avance para el momento. El dueño y portador era considerado como una persona culta y darle cuerda era todo un espectáculo. En un principio se lucía alrededor del cuello, más adelante se colgó en la cintura y, finalmente, la moda lo trasladó al bolsillo.

El más antiguo, creado en el sur de Alemania, data del 1540, y después de sufrir un gran declive en el siglo XX a favor del reloj de pulsera, ahora, en pleno siglo XXI vive un renacer. Suiza acoge las marcas más exclusivas y con un lujo poco accesible es objeto de deseo para los coleccionistas.