La vida, cantaba Marisol, es una tómbola. Y si le ponemos un poco de música, un poco de ritmo y sabrosura, se hace más llevadera. Eso creo. Vivir cada día con una banda sonora de fondo nos acerca a tener una experiencia de película, donde todo, aparentemente, es una aventura: grandiosa, especial e, incluso, melancólica… Depende de lo que escuches, claro. La música forma parte de nuestro día a día y, de vez en cuando, si te dejar llevar, te mueves al son de ella mientras caminas, trabajas… Lo digo por experiencia. Y si vas a una fiesta, ¡pues qué te voy a decir! Por razones obvias hace mucho tiempo que no salgo de fiesta, aunque, al parecer, dicen, la juventud está desatada. Mover el esqueleto en una sala llena de luces es un tesoro difícil de encontrar, difícil de sentir. Ahora es una fruta prohibida.  ¿La manzana de Adán y Eva? Interpreto las fiestas como placeres de desinhibición social. Son momentos concretos en los que tu cuerpo y tu mente se dejan llevar al ritmo de unas notas que se entrelazan entre sí hasta crear eso que llamamos música. Porque la música se asume, se disfruta y, sobre todo, se vive.