Dibujos y palabras ordenadas en Liubliana

«En Sidney fue pinche de cocina y Goofy, en Disneyland París»

La vida da muchas vueltas. Y si no que se lo digan al tinerfeño Tomás de Zárate. Tras licenciarse en Geología por la Universidad Complutense de Madrid cogió carretera y manta llegando hasta las antípodas. Así, en Sidney fue pinche de cocina. Más tarde, de nuevo en Europa, asumió el personaje de Goofy en Disneyland París. Variopinto proceder que se serenó después de entrar como voluntario en la ong El Arca, lo que le llevó a afincarse en Liubliana, capital de Eslovenia, uno de esos países resultantes de la desintegración de Yugoslavia. La ciudad se levanta sobre un antiguo pantano, con lo que la humedad, que cala en los huesos, se asemeja a la que soportó de niño en La Laguna.

Hoy en día se gana la vida como ilustrador, aunque, a veces, saca tiempo para trabajar en una guardería de Montessori. Entre sus clientes habituales están dos revistas españolas: Vida Nueva y Gesto. En esta última coordina un cómic infantil de tres páginas. Además, colabora con la editorial Rialp.

Se casó hace doce años con una eslovena, con quien tiene una hija. Ha publicado dos novelas: Escenas de la derrota, en torno al pueblo guanche, y Barrabás en Emona, en la que aborda el asesinato de un mendigo en Liubliana, antigua Emona. En la actualidad, tiene dos libros entre manos. Imposible aburrirse.

Cuenta la leyenda que Jasón y sus argonautas llegaron hasta Liubliana y allí dieron muerte a un dragón, el cual, para gloria suya, es el símbolo de la ciudad. Pero el animal fabuloso ha vuelto a la cueva. Eslovenia también sufre la pandemia del coronavius. De todas formas, es un país afortunado. Los fallecimientos no llegan a cincuenta, una minucia si se compara con España o la vecina Italia. «¡Pero es que aquí se tomaron medidas en cuanto hubo unas decenas de infectados!», asevera, rotundo, De Zárate.

Dice que en este mes de abril luce el sol, aunque todavía se arrastra el frío del invierno y que el confinamiento no es tan severo como el que se soporta en España. «No hay multas pero sí recomendaciones y mandatos. Y todo lo que tenga que ver con aglomeraciones está prohibido, así que tampoco hay actividad académica presencial», afirma.

Tomás de Zárate vive al día con sus dibujos y palabras ordenadas. Es feliz y no se queja. En El Arca convivió con personas disminuidas psíquicas y aprendió mucho, muchísimo, de ellas. Existencia sin sobresaltos que complementa, cuando el tiempo acompaña, con escapadas al monte, la afición nacional. Y es que «los eslovenos, al igual que los conejos, son gente campestre».