“Los pibes de hoy tienen acceso a todo con un click”. Si nos dieran un euro por cada vez que hemos escuchado esta frase, no tendríamos miedo a la crisis que se nos viene encima. Sin embargo, no por ello deja de ser totalmente cierta. Mientras mi hermana mayor tuvo que esperar años a que la televisión pública emitiera un concierto de los New kids on the block para oírles un directo, su hija tiene la opción de seguir la cuenta atrás que hace YouTube antes del estreno del nuevo single de Billie Eilish y ver el videoclip a tiempo real junto al resto del planeta.

Un nuevo concepto de infancia que además se ha formado en un sistema educativo sensible a la Cultura, pues ya llevamos un par de décadas graduando jóvenes cuyo plan de estudios incluye animación lectora, visitas a teatros y museos, óperas para niños en el Auditorio… Sin embargo, el sector sigue demandando a las administraciones estrategias de creación de público porque las salas continúan perdiendo afluencia. ¿Qué está fallando?

Es curioso que las academias de danza estén plagadas de chiquillas (y sí, hablo exclusivamente en femenino porque es vergonzoso el porcentaje de alumnos varones que se forman en artes escénicas), pero sus padres no sean capaces de llevarlas a ver un espectáculo de ballet o la disciplina que sea. Esas madres tan preocupadas por el moño de sus hijas en la exhibición de fin curso, ¿apuestan realmente por la Danza o estamos ante la Cultura del postureo en el que la única estrella es mi niña?

Si nuestros hijos son el reflejo de lo que ven en casa, ellos no leerán si nadie lo hace. No sabrán de música o cine si su único referente es Netflix diciendo “Por haber visto esto, te recomendamos ver esto otro”. Porque las redes nos dirigen para fidelizar nuestro consumo, pero no nos ofrecen diversidad. Y sin conocer, difícilmente desarrollarán un criterio. Por mucho que los colegios se esfuercen.

Sin duda nuestra sociedad está volcada en los menudos, pero cualquiera con adolescentes cerca confirmará que llega una edad en la que todo cambia y llegan las tardes de encierro, sin levantar la vista de la pantalla ni pisar la calle. Da igual la inversión en teatro para escolares, el programa “Ópera en familia” o la de cuentacuentos que hayan pasado por las aulas. La adolescencia es el escalón en la que el acceso a las redes pasa de oportunidad a amenaza. Y solo el ejemplo que haya en casa será el bote salvavidas para llegar a la edad adulta entendiendo el valor de la Cultura.

Será así mientras las políticas juveniles sigan siendo las grandes olvidadas de (casi) todos los presupuestos. Parece que a muchos les cuesta entender que invertir en la cultura general de los jóvenes los convertirá en mujeres y hombres coherentes que sabrán defender sus ideas y construir la sociedad del mañana. Un mañana que nos afecta y en el que nosotros también estamos incluidos.

Juan Castro
@juanset.ct