El body painting, como el cigarro que se quema, es efímero. Pero, entonces, la fotografía inmortaliza la imagen, en este caso, el humo. La artista Fayna PRZ se automaquilla el rostro y, después, el torso, testigos volátiles de una nueva creación mágica. En este caso solo muñeca, mano y pitillo son tangibles. Lo demás se escapa entre los dedos.