Fotografía / Abocados

Tras días intensos de mudanza con mi hermana Sarabel barajamos clásicos del sur de Tenerife como Casa Pancho, en Tajao, o el Mesón Las Eras, cuando el azar nos puso frente a El Empaquetado. Sonaba a nuestras raíces, a las empaquetadoras tradicionales de Canarias. Al investigar, la sorpresa fue aún mayor: detrás del proyecto está el chef Fito Sacramento. Lo conocía de Casa Fito, en Chimiche, y también estuve en su proyecto del restaurante Goxoa. Era una señal. Nada podía salir mal.

El Empaquetado es un lugar sin pretensiones, con alma rústica y un ambiente acogedor. En la barra, unos tomates espectaculares pedían ser probados. Los acompañamos con pan servido en saco de papel y chorizo de perro, que nosotras, conejeras, llamamos chorizo de Chacón. El plato estrella llegó con las costillas con papas, ya deshuesadas, montadas en forma de pirámide y coronadas con millo tostado. Fue un bocado que nos transportó a nuestra infancia en Playa Honda, a los asaderos de piñas de millo que tanto celebrábamos en familia y al ritual de bañarlas en el mar antes de ponerlas al fuego.

Pero el momento más íntimo lo puso el postre: Merienda a la canaria. Para nosotras, simplemente, el postre de Mamá: galletas María escachadas, zumo de naranja, un chorrito de leche condensada y plátano. Lo sirvieron con un helado suave de vainilla, casi imperceptible, que no quiso robarle protagonismo a esa mezcla contundente y emotiva.

El cierre fue perfecto: una bandeja con café servido en cafetera italiana y unos cubanitos de la infancia.

Más allá del menú nos llevamos la emoción de haber comido recuerdos, de haber hecho una pausa en medio del caos para reencontrarnos con lo que somos: hermanas, isleñas, cómplices. Y es que a veces, entre brasas, recuerdos y vino, descubrimos que no hay mejor envoltorio que el de una comida hecha con amor.