Cuentan, y a mí me lo han contado también, que un fantasma deambula por la fortaleza. El castillo de Mata en Gran Canaria. Los vigilantes que trabajan en él aseguran haberlo escuchado arrastrando sus cadenas por una de las salas, dejando escapar gritos de dolor, que llegan desde la caja de la escalera.
Como sucede con las leyendas etiológicas, las que buscan las causas de las cosas, los fantasmas se creen ligados a un lugar, y a menudo se asocian a personas que se los han llevado consigo contra su voluntad o antes de tiempo.
Almas en pena que no pueden encontrar descanso después de su muerte y quedan atrapados entre este mundo y el otro. A veces por una tarea pendiente o inconclusa (no querer abandonar a la persona amada, una víctima que reclama venganza, o un criminal cuya conciencia no le permite descansar…). Estas son las más recurrentes.
«Dentro de sus murallas había mazmorras en la que los enemigos capturados eran encarcelados y muchas veces torturados»
Dentro de sus murallas había mazmorras en la que los enemigos capturados eran encarcelados y muchas veces torturados. Todo a favor para que, entre tantos atribulados, se quedara alguno en el medio tránsito.
Si además hacemos un poco de historia, la Isla fue enclave estratégico de primer orden en la escala de la Ruta de las Indias, y la ciudad de Las Palmas, costera y codiciada, sufrió durante siglos continuas invasiones de corsarios y saqueadores.
La orden de construcción del Castillo de Mata tuvo lugar al incorporarse la Isla a la Corona de Castilla. Su función era la de servir de fortaleza defensiva contra los ataques de piratas e invasiones. Sus mazmorras acogieron tanto sufrimiento y a tantos desgraciados como podamos imaginar.
¿Es raro que en ese justo lugar puedan escucharse llantos? Ahí lo dejo.
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