El amor no sólo mueve montañas sino que tiende puentes y levanta castillos. Y esta joya de la arquitectura modernista fue un regalo de un enamorado a su amada. «Si te casas conmigo», le dijo, «te haré construir la casita más bonita de Gran Canaria para que vivas en ella como una reina y seas feliz».
Esta edificación construida a principios del siglo XX, encierra detrás todo un monumento a una historia de amor. Juan Rodríguez Quegles hizo el encargo al arquitecto madrileño Mariano Belmás, uno de los más prestigiosos proyectistas de su época. Quegles, era el primogénito del emigrante majorero Juan Rodríguez González y de su esposa Juana Quegles González. En sus años en Puerto Rico amasaron una enorme fortuna y cuando regresaron, los negocios siguieron viento en popa.
El joven se enamoró de una muchacha de Arucas y como el amor es la fuerza más poderosa que existe, el enamorado no tardó en mandar edificar en el amplio solar que había formado parte de la huerta del convento de la Concepción, de las monjas Bernardas, este hermoso edificio con cantería en zócalos.
Para convertir el futuro hogar de la pareja en un espacio excepcional, ordenó traer mampostería al uso del país y piedra natural para las fachadas y los muros, mármoles de Carrara, maderas nobles de Cuba y de Guinea, y vidrieras de Francia con cristaleras que jugaban con los colores de los rayos de sol que por ella entraban. Convirtiendo aquel palacete en un canto al amor, una obra sublime que sólo un alma enamorada es capaz de ofrecer. Las obras se iniciaron en 1900 con un costo que rondaron las 500 000 pesetas de entonces.
«La familia ocupó el inmueble hasta 1972, año en que se vendió al Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria para destinarlo a Conservatorio de Música»
A lo largo de la historia, grandes románticos enamorados han construido monumentos elaborados para mostrar lo mucho que les importa su amada. Un palacete que el día de la boda ya estaba listo para recibir a la pareja. Juan Rodríguez Quegles y Teresa González Días se casaron en la parroquia de San Telmo y se fueron a vivir en la casita regalo. Cuentan que el matrimonio fue muy feliz toda la vida y que tuvo descendencia.
La familia ocupó el inmueble hasta 1972, año en que se vendió al Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria para destinarlo a Conservatorio de Música. Posteriormente, por cesión al Gobierno de Canarias, como sede de la Consejería de Cultura y Deportes, en 1992 inició las obras de reforma, embellecimiento y recuperación de materiales nobles ocultos hasta la fecha y que le devolvieron, si cabe, el esplendor que tuvo uno de los mejores edificios con que cuenta la capital.
Este edificio, ejemplo de la arquitectura modernista, figura como visita obligatoria en todas las guías de viaje de Las Palmas de Gran Canaria. Y nunca dejará de ser fruto del sentimiento más noble que se puede dar.
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