La diabetes es la enfermedad crónica más importante del mundo desarrollado y la más costosa del sistema sanitario. Actualmente más de 230 millones de personas la padecen y su crecimiento es exponencial. Pero casi la mitad no están diagnosticadas y, por tanto, no tienen siquiera el derecho a conocer su presencia y tratarla de forma eficaz al principio, cuando es más viable y efectivo hacerlo. Esto viene agravado por el hecho de que la diabetes tipo 2 no provoca dolor y puede no producir más que síntomas sutiles, permaneciendo oculta durante más de una década provocando complicaciones consecutivas a su mal control.

Además, parece como si la sociedad, incluso la propia comunidad científica, la considerase una enfermedad de segunda por el poco interés que genera. Y no se entiende, pues es la primera causa de ceguera en la edad laboral, de amputaciones de miembros, de impotencia en varones y está íntimamente unida, entre otras, con la enfermedad cardiovascular. ¿Cómo es posible, entonces, que no sea la primera en cuanto a la dedicación de atención y recursos?