Albania es un país de contrastes, de luz y oscuridad, de gente amable y gente distante. Allí descubrí un paraíso oculto entre un comunismo latente en su arquitectura y una guerra fría de no hace mucho. Allí volví a descubrir que la vida nunca para, que es un continuo movimiento que controlamos con el tiempo, una medición claramente humana. Se acercan los treinta y a veces, un sentimiento de caída al vacío se apodera de la realidad. ¡Dicen que es hora de casarse, de tener hijos y comprar una casa! Sin embargo, también puede que sea el momento de darle una vuelta al concepto para seguir explorando lo que venga. Y es que, quizás, crecer no solo sea seguir la corriente, sino aprender a confiar en tus impulsos vitales de autoconocimiento y moldear así, tu propia realidad.

«Ahora, que no hay censura, nos censuran pensar diferente»

Mientras España perdía contra Japón en el Mundial, yo me encontraba en la presentación del libro de mi padre sobre el periódico La Tarde. El caso es que estábamos escuchando historias de amor a la tierra, a la cultura y a la libertad. Historias que se controlaban por la censura. Y ahora, que rebosamos libertad de expresión, nos polarizamos en bandos maniqueos de bien o mal. Ahora, que no hay censura, nos censuran pensar diferente. Menos a unos pocos, que nos dejamos sorprender e intentamos ver la vida en tono de grises…