Si durante los periodos de dificultades aflora la inspiración, este debería ser el mejor de los veranos para cualquier artista. Sin embargo, 2020 no se lo está poniendo fácil al sector cultural y no debido únicamente a la situación actual, sino a cómo se presenta el futuro más cercano.

Aun así, y como decía Ian Malcolm, la vida se abre camino. El mes de agosto nos deja algunas joyas que demuestran que la capacidad de adaptación no conoce límites cuando promotores, administraciones, patrocinadores y creadores apuestan realmente por la Cultura. Pequeños regalos con aroma a supervivencia que ponen de manifiesto que, hoy por hoy, la única manera de seguir adelante es buscando soluciones.

Buen ejemplo de ello ha sido el Phe Festival, que celebró su quinta edición contra todo pronóstico el pasado fin de semana en Puerto de la Cruz. Un formato diferente que refleja el esfuerzo de aquellos que creen que algo merece la pena. Lo mismo ocurre estos días en el Museo de la Naturaleza y Arqueología de la capital tinerfeña, que acoge el Festival Musa (este año dedicado a Escandinavia) hasta el 12 de septiembre. O el II Festival de Narración Oral El PasOral, en La Palma, que prueba que no todo es cuestión de grandes presupuestos o instituciones potentes.

En definitiva, el verano va pasando y no sabemos cómo nos tratará el otoño. Pero tal vez convenga hacer un breve paréntesis ante tanta COVID-19 y atender por un instante a datos como que “Panza de burro”, la primera novela de la icodense Andrea Abreu, va ya por su quinta edición. O que la rapera grancanaria Sara Socas ha sido la única mujer en la final nacional de la Red Bull Batalla de los Gallos. O que esta misma semana sale a la venta el esperado primer disco del tinerfeño Agoney Hernández.

Y así, tantas otras buenas noticias más.

Hay esperanza. En el arte siempre la hay. Y mientras contemos con eso, la luz al final del túnel se verá un poquito más cerca.

Juan Castro
@juanset.ct