En una sociedad donde el culto a la belleza en ocasiones toca límites y la necesidad de prolongar la juventud es tan importante, ha aparecido una nueva adicción: la cosmeticorexia, que es la compra compulsiva de cosméticos y la adicción a sus principios activos. La padecen las personas que compran frascos de infinidad de cosméticos de moda o que le van bien a su amiga y acumulan en un cajón beauty.

El problema, además del fondo psicológico de la personalidad adictiva, es que lejos de solucionar el problema estético que se quiera tratar, lo agrava debido al uso de productos innecesarios. Además, mal combinados y en exceso pueden obstruir el poro, apelmazar la piel y dejarla opaca. O lo que es peor, exacerbar problemas cutáneos de base en vez de solucionarlos.

De un cosmético podemos esperar que hidrate, nutra, suavice las arrugas y aporte luminosidad y vitalidad al rostro. Todo esto puede apreciarse a partir del mes de un uso constante y diario, pero quitarte diez años de golpe y de forma inmediata no es real solo con el uso de una crema.

No nos engañemos, el elixir de la eterna juventud no se encuentra en un frasco. Mi recomendación es que te asesores bien y encuentres la combinación adecuada a tu tipo de piel. Con un par de productos específicos es más que suficiente.