Pedro Nel es nuestro, es de la casa aunque siempre lleve a su querida Medellín muy dentro. Menos mal que Colombia y Canarias están cerca, menos mal que un día se dejó atrapar en esta ínsula y aposentó calderos. Y ya va para tres décadas. Pero 2018 fue especial. Nacía Etéreo en el corazón del Toscal santacrucero y con él, a fuego lento, asentó el que hoy, probablemente, es el mejor restaurante de la capital tinerfeña. Por eso (estaba cantado), recibía recientemente un sol Repsol. Lo luce, casi desapercibido, en la vitrina cristalera. Se ubica, distraído, en el acogedor comedor entre lucidas cavas, la nevera con chuletones y carnes premium, y el carro de quesos y las cuidadas mesas y los cuadros en exposición. Y de aquí para allá, un equipo de sala que encanta en su eficaz armonía bajo la dirección de la jefa de sala, Olga Escanu, a quien no se le escapa una. «Se le va a enfriar el bacalao», observa con encanto. Y le damos las gracias. El delicado pescado con papas bonitas y ajitos chips no merece esperas. Sinfonía en mantel y cocina.
El Etéreo es Pedro Nel, pero también su mujer, Viviana Sarria, y su hijo, Paolo. Y múltiples expresiones de una cocina de mercado que siempre exige la máxima atención porque, pese a los honores, «el mejor momento está por llegar», dice el chef, autor de una ensalada de guacamole de plátano con langostino enormemente fresca, paso previo a una empanadilla requetebuena de carne que se come con la mano y unas gotas de salsa picante La Relinda. Continuamos con un solomillo con queso majorero y papas fritas, y un trampantojo limonero, delicada mousse.
Regamos con un Bermejo fermentado en barrica de Lanzarote, un Lomo listán negro de Tenerife y una Malvasía aromática de Viñátigo. Nos quedaríamos para siempre.
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