Diamante, del griego adámas, significa invencible, inalterable, indómito o indomable. Es una piedra única, pues su gran brillo adamantino, dispersión o diseminación de colores y su dureza diez, lo ratifican como el rey de las gemas. No obstante, los poseedores de un diamante deben saber que también es una pieza delicada que puede ser dañada por otro diamante en algún pequeño espacio que tenga menor dureza. Por ello deben guardarse por separado, sin aglutinamientos, ya que no es lo mismo dureza que fragilidad. Un golpe relativamente pequeño puede fragmentarlo. Y eso sería un desastre: a medida que crece el tamaño del diamante (quilataje), crece su valor (un quilate equivale a 0,2 gramos). Así, no es igual una piedra de un quilate que cien pequeños diamantitos de 0,01 quilates. Y ya no digamos pureza y colores de primera calidad.

En definitiva, lo importante es desear y lograr alguno en forma de sortija, colgante o pendientes, y lucirlo todo el año. Siempre hay una ocasión.