A la actriz tinerfeña Silvia de Esteban el estado de alarma le pilló en la Isla, pues, en la actualidad, reside en Miami. Días antes del confinamiento domiciliario estuvo en la playa de Benijo, donde acude, siempre que puede, para llenarse de energía y paz, al tiempo que se identifica con sus raíces, la tierra… Sobre la arena negra y envuelta en la espuma del mar saltó de alegría y optimismo. Fue un grito consciente que salpica. Con ella, ahora, es más fácil valorar el regalo de la existencia que, sabemos, puede cambiar en cuestión de minutos.

Desde que Silvia de Esteban (Santa Cruz de Tenerife, 1971) ganó el título de Miss Atlántico en La Orotava, en 1989, y Miss Internacional en Japón, en 1990, su trayectoria profesional ha sido un no parar: modelaje, televisión, cine, teatro… Eso sí, siempre que recala a este lado del Atlántico no escatima esfuerzos para perderse en la playa de Benijo, «mi lugar favorito en el Mundo». En esta embaucadora orilla de Anaga afloran las emociones. Sin duda, es un lugar mágico.

¿Cómo surgió el flechazo? «La primera vez que la vi me enamoré de sus contrastes, del negro de la arena, de las rocas y de la espuma blanca del agua que rompe tan lejos. Me embauca su silencio y el ruido del mar, sus atardeceres… Nuestro romance perdura en el tiempo».

¿Cómo ha vivido estas semanas de confinamiento? «Dos días antes de mi vuelta a Miami, anunciaron que no podíamos volar desde Europa a Estados Unidos. Fue un mazazo. No estaba preparada para algo así. Vine a Tenerife de vacaciones, casi sin equipaje, y de golpe me vi atrapada. Me costó asumir la idea de quedarme, pero luego entendí que estoy mejor aquí, con mi familia, y que todas las personas han tenido que adaptarse a esta realidad. No queda otra. Esta vivencia nos ha enseñado mucho. Hay que encontrar el lado bueno y saber ver qué nos pasa por dentro cuando el rumbo cambia».

El sector del ocio y del espectáculo ha sido uno de los más tocados por la pandemia del coronavirus. ¿Cómo afrontará estos próximos meses? «Ja, ja, ja… No tengo ni idea. Imagino que con creatividad y paciencia. El confinamiento nos ha dado tiempo, algo que no suelo tener. Mi ordenador y yo hemos conversado y sé que saldrá algo interesante».

¿Algún proyecto a medio, largo plazo? «Seguiré con lo que ya tenía entre manos. Espero llevar Lorca, flamenco y contemporáneo a Nueva York y a otras ciudades norteamericanas. También estrenaré La vida de colores, un monólogo que denuncia la violencia de género y que escribí a principio de este año. Además, continuaré escribiendo junto a Edui Tijerina mi próxima obra para teatro: Miss decisiones. En cuanto a televisión, hay una serie maravillosa que, casi seguro, me lleve a una de las plataformas más vistas. Interpreto a un personaje que me tiene enamorada».

¿Qué le movió a dedicarse al espectáculo? «Es algo que empecé a sentir desde muy pequeña. Mis mejores momentos del día, desde que era una niña, eran las tardes que me quedaba sola en el salón de casa, supuestamente haciendo la tarea, y mi imaginación se disparaba frente al gran espejo del comedor. Aquella primera representación en el colegio que hice con cinco años, la asignatura de Literatura de Sexto de EGB, donde conocí a los poetas de la Generación del 27, el teatro que tuve la oportunidad de leer y ver y con el que me emocionaba sin casi entender por qué… Y las clases que tomé con trece. Ahí fue rotundo. Después, cada paso me fue acercando a las tablas, hasta que me aferré a ellas».

Cine, teatro, televisión, musicales… ¿Con qué registro se encuentra más cómoda? «Por supuesto, en el escenario. El teatro me llena de tal manera que no lo cambiaría por nada. Meterme en la piel de un personaje me fascina. Investigar, crear, conocerlo, entenderlo, interpretarlo… es una tarea apasionante».

Éxitos, fracasos, castings, que no suene el teléfono… Una vida dura, en el alambre… ¿Vale la pena? «Merece la pena si sabes que solo eres feliz haciendo eso. Es una elección, ni más ni menos, con sus riesgos, incertidumbre, aspereza… Me siento privilegiada de poder hacer lo que amo, aunque, a veces, duela. Ese reto diario hace que me sienta viva y feliz».

Ahora, también, escribe y dirige… ¿Se está reinventando? «Siempre me gustó escribir. No solo estudié Interpretación, también Dramaturgia y Dirección. Me lo paso genial. Me gusta todo lo que tenga que ver con el teatro. Bueno, todo menos los números. Ja, ja, ja…».

¿Cree que su mejor momento está por llegar? «Siempre los pienso, si no estaría muerta. Ja, ja, ja… Tengo mucho en la cabeza, mucho por hacer y muchas ganas. Puede ser que mi mejor momento esté por venir, ya haya pasado o venga mañana. Mientras, sigo con la misma ilusión».

¿Por qué se ha afincado en Miami? «Miami era el mejor puente entre España y Estados Unidos. Me asustaba irme a Los Ángeles o a Nueva York sola, con 41 años, a empezar de cero. Miami me pareció una ciudad más llevadera. Y así ha sido. Teniendo la base en Miami siempre puedes ir a cualquier parte del país a un casting y volver. Desde España sería más difícil».

¿Y cómo se ha adaptado? «Miami es una ciudad muy dura. En ella he visto lo peor de las personas… Por suerte, he encontrado a gente maravillosa de la que procuro rodearme para no desensibilizarme. Agobian las distancias, el estrés y el ansia por el triunfo».

¿Logra desconectar? «Sí, en mi casa. Cuando llego me siento en el jardín, escucho música, veo las estrellas… Lo que sea para bajar la energía y dormir tranquila».

¿Frecuenta la playa? «No tanto como me gustaría. A veces, al atardecer…».

¿Es una estancia provisional o pretende afincarse de forma definitiva en Estados Unidos? «Por ahora estoy allí, si bien no tengo planes estrictos. La decisión depende de cómo me sienta, de las propuestas que surjan en otros lugares, de mi entorno personal, de las decisiones que tome este u otro presidente con respecto a los inmigrantes, de si un día me canso de todo, de más virus… La existencia es una continua sorpresa. Ya no planeo a largo plazo».

El movimiento Me Too tiene mucha fuerza en Estados Unidos. ¿Qué piensa de él? «Seguimos viviendo en una realidad machista. Las mujeres no hemos sido escuchadas y respetadas. No obstante, pienso que estamos avanzando en educación e igualdad, y que vendrá el día en que no existan diferencias. Eso sí, mientras sigamos siendo noticia por ser asesinadas o por ser las primeras que vamos a Marte o las primeras que practican un deporte, tendremos que seguir educando».

Su salto al mundo artístico se produjo tras pasar por certámenes de belleza. Estos concursos no concitan simpatía entre las feministas… «No, mi salto fue antes: en mi cabeza, durante la niñez. Los certámenes de belleza y el posterior paso por la moda fue algo circunstancial de lo que saqué partido y listo. Ganar Miss Internacional fue una anécdota preciosa a los dieciocho años. Me permitió conocer países maravillosos y tener amigas que todavía hoy conservo. Los concursos no hacen ningún daño si te los tomas como un viaje y una experiencia más. Por eso estoy escribiendo Miss Decisiones… Tienen su lado bueno y malo. Todo depende de las decisiones que tomes al pasar por una experiencia así y lo que hagas más tarde».

¿Echa de menos no haber formado una familia? «Tengo a mi familia, aquí en Tenerife, y a la familia del teatro y las buenas amistades. Tener una prole y un marido no hace que sea más o menos mujer o mejor o peor persona. Quizá, me hubiera gustado, pero no ocurrió y no lo echo de menos».

A estas alturas, ¿qué más puede pedir? «Amor, amor, amor y salud para disfrutarlo. Y que los míos sigan aquí».

¿Qué es lo mejor que le ha regalado la vida? «¡Uff! La vida es un regalo en sí. Sería una lista muy larga: mi familia, mi gente próxima, el teatro, las vivencias (las buenas y las malas)… Todo enriquece. Estoy orgullosa de haber hecho mi propio camino».

¿Cómo se define? «Extremadamente sensible, intuitiva, creativa, exigente, amante de la música y de los animales, leal, sincera (a veces demasiado)… Y muchas otras cosas que prefiero no contar. Ja, ja, ja…».

Cuente, cuente…


Texto / D. O. G. – Fotografía / SuAr – Estilismo, maquillaje y peluquería / Eva Cruz