Hemos oído en múltiples ocasiones que las verduras se deben comer crudas para que no pierdan nutrientes. Pero, ¿es verdad? Si lo que queremos es optimizar la Vitamina C del brócoli, de las coles de bruselas y de las espinacas, debemos elegir un método de cocción a fuego lento y sin agua, salteado, al microondas o crudo. La Vitamina C es soluble en agua y se filtra fuera de las verduras, permaneciendo en el agua que desechamos.

En cuanto a la Vitamina K, que ayuda en procesos de coagulación de la sangre y a mantener los huesos sanos, debemos ingerir espinacas, acelgas, hojas de remolacha y col rizada, sin pensar demasiado en su método de cocción y acompañarlas con aceite de oliva.

Si queremos sacar partido a la Vitamina A que encontramos en su forma de betacaroteno en la zanahoria, espinacas y acelgas, lo mejor es que las cocinemos.

Y para aumentar la disponibilidad de la Vitamina E, mejor comemos verduras cocidas o tubérculos crudos. Este antioxidante se encuentra en los tubérculos (papas, zanahorias…) y en las verduras de hoja verde (espinacas, acelgas…).