«La solución al problema de su superpoblación no está en atraparlas con redes e insuflarles CO2»

La pata de la paloma es el logo identificativo del símbolo del desarme nuclear que Gerald Holtom diseñó en 1958. El conocido símbolo de la paz comenzó su existencia en los años sesenta del siglo XX como icono en Gran Bretaña, casi a la par que el símbolo de una paloma blanca identificaba la paz gracias a Picasso. Lo cierto es que, en la actualidad, estas pobres aves (Columba livia) se tildan de plaga cuando en realidad técnicamente no lo son, entre otras razones porque están protegidas por el artículo 13 del Tratado de la Unión Europea, que las considera dignas de sensibilidad física y psíquica.

Contra las palomas no pueden utilizarse métodos de exterminio al uso, como la gasificación con CO2, sino métodos éticos y de gestión responsable, pues no poseen características diferentes a cualquier otro animal urbano.

La solución al problema de su superpoblación no está en atraparlas con redes e insuflarles CO2. Hay otros medios que merecen estudio y práctica, como el control mediante pienso esterilizante no hormonable. De esta forma, se las alimenta con contenido inhibidor del celo.

No es congruente un consistorio que gasta dinero en matar a unas palomas y dedica gran presupuesto en proteger a otras, como la rabiche o la rubí. Las palomas han llegado para quedarse, así que la convivencia con ellas ha de ser armónica.

Este exterminio masivo, como si de un insecto infeccioso se tratase, no es ético y, además, es ineficaz, pues cada mes hay que repetir la matanza. Así lo han pensado en Ginebra, Luxemburgo, Londres y Nueva York y varias ciudades españolas. Los responsables de estas matanzas podrían incurrir en delito o infracción por maltrato animal al no respetar las mínimas exigencias en materia de bienestar.

Parece que solo pueden gustarnos los perros y gatos de casa, cuando todos los animales son dignos merecedores de protección.

Que gran ridículo el del ser humano luchando contra el símbolo de la paz.