¿Quién dijo que nos tenemos que tomar tan en serio? Vamos por la vida con el piloto automático puesto, todo el rato, como si no tuviéramos que descansar, como si todo lo que hacemos fuera realmente importante. Y no lo es. Paremos. Desconectemos. La situación social que vivimos desde hace un par de años nos aturde, pero, precisamente por eso, debemos repensar nuestro día a día y regalarnos espacios libres de ansiedad. No somos bólidos para llevar esta vida bólida.
Estuve unos días en El Hierro y busqué reencontrarme con la naturaleza. Y allí estaba el mar y los vientos en La Dehesa y el silencio del recogimiento. Todo tan fácil. Desconecté a ratos mi teléfono móvil y cuando lo encendía no había nada que no pudiera esperar. ¿Por qué tendemos a convertir todo en urgente? ¿Por qué vivimos la vida como si fuera una lucha constante? Ya en Tenerife, me regalé una experiencia gastronómica privilegiada, en el restaurante Mojo Rojo de Bajamar, absolutamente inolvidable, y pensé en disfrutar más del deporte en sí mismo (no porque sea necesario para no engordar), y decidí volver a instaurar en mis rutinas leer más a diario y enseguida empecé a descubrir libros cuya lectura me entusiasmaba, como El infinito en un junco, de Irene Vallejo, y la Biografía del silencio, de Pablo D’Ors, un volumen que profundiza en la práctica de la meditación, un método muy sencillo y muy recomendable para que no se nos vaya la vida sin tomar verdadera conciencia de que vivimos.
«No esperes a tener la crisis de los cuarenta o de los cincuenta para reaprender a vivir en el presente»
No esperes a tener la crisis de los cuarenta o de los cincuenta (y llenar el cuarto de baño de cremas antiarrugas y colágenos) para reaprender a vivir en el presente, diciéndote que los problemas que llamas problemas en el fondo no lo son. Inventamos los problemas cuando podemos dejarlos fluir o pensar que hay cosas sobre las que no podemos actuar ni tenemos ascendencia. Así de simple. Nos encanta ahogarnos en los pequeños pozos cotidianos.
Los días más inútiles son ayer y mañana, y el hoy, que es el día importante, lo vivimos sin vivir. No hay que ponerse ni muy yogui ni muy tántrico, sino aplicar el sentido común, concedernos, aunque sea quince minutos al día, un espacio para oírnos las profundidades pensándonos en nuestra propia respiración. Meditar es simple. Escúchate para que no haya otro pensamiento que no sea respirar. Entrarán entonces todos los paisajes que amas.
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