Mi gata, Manzanilla, es de colores. Mi gata es elegante y menuda. Menos cuando come, que le empieza a sobrepasar la gordura. Pero sigue siendo mi gata. Yo creo que mi gata es un perro, como también algunos hombres son mujeres y viceversa. Mi gata suelta pelo y lo esparce por todo el suelo, por todo mi cuerpo cada vez que la recuesto contra el pecho. Siempre provoca en mí un estornudo y camina sandunguera cuando la suelto… Creo que soy alérgica a su pelo, pero no a ella. Y por eso la quiero. Como a Lana, una perra con un encanto especial. Lana es jipi. Lana es graciosa y su pelo es como una esponja, con cierta similitud a una fregona o, más bien, a una oveja. De ahí su nombre. Ocurrencias de mi padre… ¡Y es que no hay día que no salte de alegría! Manzanilla y Lana siempre serán especiales…

«Yo creo que mi gata es un perro, como también algunos hombres son mujeres y viceversa»

Resulta curioso el amor que desarrollamos por los animales. Se lo ganan. Se lo ganan porque nos quieren. Y eso se nota. ¡El amor se nota! Recientemente he adoptado a una perrita. Se llama Musa, como las musas griegas del arte y el conocimiento. Seguro que tiene algo que enseñarme…