Cuadro: Si la vida te da limones (Clío Morarte).

En mi perfil profesional como pintora manifiesto: «I love to celebrate life through my oil paintings», que en cristiano viene a decir que celebrar la vida a través de mis óleos es mi sello personal; es el resultado premeditado de canalizar mis anhelos en los lienzos e intentar compartir mi chispa, mi energía bonita…  (la fea también pulula por ahí, pero a esa no la dejo que se acerque a mis pinceles).

Y como soy un pelín intensa, elucubro sobre porqué, a medida que vamos cumpliendo años, vamos perdiendo la capacidad innata, que en la infancia se manifiesta de manera tan obvia, de mostrar alegría y entusiasmo ante la vida. ¿Qué nos pasa con el devenir de los años que nos hace contenernos y maquillar el estado de ánimo para asegurarnos la aceptación de la sociedad?

La alegría, que no es otra cosa que la sensación que nos produce el conectar con nuestra mejor versión y que manifestamos a través del entusiasmo, intimida, irrita y como resultado se penaliza. Incluso, hay quienes la ridiculizan y la hacen pasar por algo inadecuado. Los seres humanos somos muy complejos y cuando alguien nos recuerda a través de su jubilo, con su pasión, con su fuerza, que estamos aquí para celebrar la vida, nos incomoda, provocando sensaciones de culpabilidad.  

«Eso es harina de otro costal y a ese colectivo de pobres de espíritu, mejor ni mentarlo» 

Reflexiono ante la posibilidad de aprender a absorber esa energía que activa nuestra luz interior, de las personas que la manifiestan. Les propongo contagiarnos intencionadamente de ese espíritu que nos conecta con el yo al que aspiramos y perder el miedo a la alegría y festejarla dándole su espacio y reconocimiento. Realmente, si lo pensamos bien, ¿cuál es la otra opción?

Y ojo al dato, lo feo también se pega y la alegría no se debe confundir con el sarcasmo o el echarse unas risas a costa de las limitaciones o defectos que creemos ver en los demás. Eso es harina de otro costal y a ese colectivo de pobres de espíritu, mejor ni mentarlo. 

El estival verano proporciona infinidad de momentos de disfrute en donde cualquier condición es irrelevante para celebrar la vida y que estamos presentes. Brillemos pues, ignorando a quienes censuran y se ofenden con nuestro gozo. Permitamos que nuestra alegría hable por sí sola y que nuestro entusiasmo campe a sus anchas.