El célebre antropólogo Marvin Harris (1927-2001), autor de entre muchos otros títulos de libros como Nuestra Especie (1995), es conocido por ser el creador de la figura del “materialismo cultural”. Dicha corriente dentro de la antropología, defiende que llegado cierto nivel de desarrollo cerebral, la evolución biológica de los seres humanos se ve complementada por una “evolución cultural”, que define las culturas y sociedades humanas y que se ve motivada por los mismos aspectos que la evolución biológica, es decir, factores ambientales como el clima, la dieta, etc.

Esto explicaría las diferencias culturales entre grupos humanos a partir de causas primeras como lo son la disponibilidad de alimentos y capacidad de trabajo, es decir, en última instancia, la energía y los recursos naturales.

Por poner un ejemplo, en las sociedades subdesarrolladas, las parejas tienen muchos hijos, aunque puedan dedicar a cada uno pocos recursos, lo que significa una elevada tasa de mortalidad infantil. El esfuerzo de tener muchos hijos y criarlos con pocos medios, es bajo, al lado de los beneficios que lleva aparejados; a poco de saber andar, los niños trabajan dando a la familia más recursos de los que consumen, esto es, se dedican a recoger leña, pelar ñames, recolectar bayas, pedir limosnas u otros pequeños trabajos intensivos en mano de obra. Al contrario de lo que uno pueda pensar, cuando las sociedades se desarrollan, las parejas automáticamente tienen menos hijos; tener un hijo significa una inversión mucho mayor (alimentos, ropa, móvil, excursiones de fin de semana, juguetes, educación básica y secundaria, viajes de fin de curso a Ibiza…) y por lo tanto, los recursos se concentran en un solo vástago.

Y así con cada aspecto de nuestra cultura, según el materialismo cultural, los recursos y la energía definen inevitablemente como vivimos. He aquí entonces una reflexión interesante: si por un uso insostenible de los recursos naturales nuestra cultura debiera adaptarse a un nuevo escenario de escasez extrema, ¿en qué nos convertiríamos como sociedad? Probablemente en algo que hoy nos parecería inadmisible.

Carlos Clavijo Pacheco