Fotografía / SuAr
Antonio García es energía, Y excelencia médica tras revolucionar la cirugía plástica en España: combina el quirófano con la praxis de los tratamientos tradicionales estéticos y aparatología de vanguardia. Es número uno en su profesión y en casa. Su pareja, Rafael Montero, y su madre, Ana Delia, también le roban el corazón.
Antonio García (Santa Cruz de Tenerife, 1965) tuvo claro a los once años, después de ver un documental, que dedicaría su vida a la cirugía plástica. Tras licenciarse en Medicina en la Universidad de La Laguna y especializarse vía MIR en el Hospital Universitario de Canarias, fue el primer residente de Cirugía Plástica y Reconstructiva de la Provincia.
«Fue un regalo de Dios cuidar a mi suegra y a mi padre antes de que fallecieran»
Ahora, treinta años después de ganar la especialidad y veinte de erigir Clínica Salud Estética, es referente nacional, pues es el único cirujano plástico de España que entiende su actividad como un todo en la piel. «Antes de la cirugía tratamos la piel para estimular la síntesis de colágeno, rejuvenecer e hidratar. Después, introducimos aparatología de vanguardia con el objetivo de obtener los mejores resultados», dice en la tranquilidad del domingo, único día de la semana que dedica a desconectar de sus pacientes. Aunque tampoco es así. A partir de las seis de la tarde examina las operaciones programadas para la semana siguiente.
«El desayuno es sagrado. Tres a la mesa. Luego tocará trabajar hasta las doce de la noche. Cuatro días, quirófano, y dos, consulta»
Vive en la apacibilidad de Santa Úrsula con vistas al Teide y al Atlántico junto a su pareja de toda la vida, Rafael Montero, recientemente nombrado cónsul honorario de Chile en Santa Cruz de Tenerife, y su madre, Ana Delia. La familia vive en armonía echando de menos, todavía, a quienes recientemente se han ido: la madre de Rafael y el padre de Antonio. «Añoro a mi padre. Trabajamos juntos, codo con codo, diariamente, durante catorce años. A él le debo lo que soy. Para mí fue un regalo de Dios cuidar a mi suegra y cuidarle a él durante sus últimos años de alzhéimer. Rafi y yo tenemos claro que la familia va por delante. Ahora nos desvivimos por mi madre», subraya el cirujano mientras acaricia a Bollullo, uno de los gatos más felices del Mundo.
El desayuno es sagrado. Tres a la mesa. Luego tocará trabajar hasta las doce de la noche. Cuatro días, quirófano, y dos, consulta. Pero no hay quejas. Antonio García confiesa que nació para operar, para ayudar a la gente. Con este objetivo, mantiene la forma física. «Por el día como, básicamente, fruta, y por la noche, legumbres», apunta con una sonrisa. Por otra parte, no descuida la meditación y practica taichí, yoga y chikung.
Al tiempo, se desvive por su jardín. «Los seres vivos son mi vida. Cultivo orquídeas, nenúfares… Atiendo a mis carpas y tortugas… Cuando estás en un punto de espiritualidad todo va bien: lo personal y lo profesional. Soy mejor cirujano porque soy muy exigente conmigo mismo», afirma. En este sentido, revela que estudia Física Cuántica para darle validez científica a la espiritualidad.
La profesión médica exige estudio constante. García es consciente y tras largas estancias en hospitales punteros de Suecia, Reino Unido, Estados Unidos, Singapur… («Me he formado con el mejor cirujano plástico del Mundo»), no rehúye la asistencia a cursos y congresos. Sabe que la excelencia pasa por la formación y la experiencia. En veinte años: más de siete mil cirugías con éxito y dieciocho mil pacientes. Y su padre, siempre. Por eso, unas becas de Enfermería en la Universidad Europea de Canarias, que impulsa Centro Salud Estética, llevan el nombre de Antonio García-Cáceres Hernández.
Gracias.
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