«Entre risas y reflexiones existenciales nos dieron las dos de la mañana»
Hace unas semanas organicé una quedada en mi pisito de Santa Cruz. Le dije a las chicas (Sara, Elsa y Celia) que trajeran el vino: un BachExtrísimo Blanco Semidulce de 2018. Realmente bueno. Mientras, yo me ocuparía del picoteo: aceitunas, papas fritas, fuet, queso (nunca puede faltar) y tortilla. Ya estaba todo listo, ordenado, limpio y con velas para darle un toque más acogedor. Solo faltaba la música. Suelo empezar con Aretha Franklin. Tengo un disco que compré hace años con mi amigo Abraham. Siempre es mi mejor elección para generar buen ambiente. Sin embargo, luego, una vez la noche ha cogido forma, dejo que la visita ponga lo que más inspire. Cuestión de estar a gusto.
La velada, como esperábamos, transcurrió tranquila y afectiva. Los temas de conversación se enlazaban unos con otros y entre risas y reflexiones existenciales nos dieron las dos de la mañana.
Algo tan sencillo, algo tan simple como sentarnos en un sillón a dialogar e intercambiar opiniones y carcajadas es suficiente para ser feliz un viernes por la noche. No hay nada mejor que un sofá, una copa de vino y buena compañía.
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