Poco antes del confinamiento, reunido con una asociación cultural que promueve la creación literaria, me comentaban sobre el auge de los talleres de microrrelatos. Es más, dicho colectivo estaba ofreciendo, con gran éxito, cursos de textos breves. “Relatos tan cortos que dé tiempo de leerlos en los 15 segundos de las stories de instagram”, dijeron.

Hacer arte con pocas palabras no es fácil. Puede que incluso sea aún más complicado ya que, con tan pocos recursos para transmitir información, la tarea de interpretación recae prácticamente sobre el receptor. Convirtiendo el texto, a mi juicio, más en acertijo que en relato.

Pero hoy, especialmente por ser el Día del Libro, me preocupa que el virus de la fugacidad haya llegado también a la creación artística. Porque la lectura está hecha para saborearla, disfrutarla a fuego lento. Dedicarle el tiempo suficiente para que la obra nos deje ese vacío al terminar la última hoja. Pero no. Hoy vivimos una era en la que devoramos la nueva temporada de la serie de moda en 24 horas. Temporada que quizás ha tardado un año en hacerse, pero que nosotros debemos ver de inmediato para publicarlo en las redes sociales. Perdiendo así el encanto de la espera, de cogerle cariño a los personajes, de aprendernos las canciones de las intros…

Quién sabe. Tal vez todo esto es simplemente la evolución de las cosas y de nada sirve anclarse en el pasado. No lo sé. Está claro que la Cultura y sus diversas manifestaciones son las primeras en marcar el paso de las modas y los tiempos. Y si la literatura reducida a dos líneas es lo que caracterizará los años que nos han tocado vivir, nada podrá evitarlo.

Después de todo, en menos de una semana será también el Día Internacional de la Danza. Una disciplina que en su rama más académica puede dar la sensación de estarse perdiendo. Pero cuando uno abre Tik Tok, toda una Generación Z aparece bailando como si se le fuera la vida en ello. Extrañas danzas virales de menos de 30 segundos… pero danza al fin y al cabo.

Juan Castro
@juanset.ct