Son las ocho de la mañana y es hora del café. Mejor un leche y leche. Me carga las pilas para afrontar el día hasta las once, que es cuando me tomo otro. ¡Adoro el café! y cuando lo mezclo con un trozo de chocolate, más todavía. Empecé a tomar café en la Universidad. Íbamos a la cafetería a drogarnos. Un decir. Otros aprovechaban para echarse un té, un cigarro o dos y los más hippies y existenciales, un cigarrito con efectos especiales, o sea, un porro, canuto o marley. ¡Uff!
Según Google, una droga es una sustancia que se utiliza con la intención de actuar sobre el sistema nervioso con el fin de potenciar el desarrollo físico o intelectual, de alterar el estado de ánimo o de experimentar nuevas sensaciones. Interesante, hasta que lees la segunda parte: su consumo reiterado puede crear dependencia o puede tener efectos indeseados. Ahora, para escribir más concentrada, me he tomado un café (este, solo) y, además, he puesto, inconscientemente, una lista de reproducción de Spotify llamada Your favourite coffeehouse. La música también es una droga. Una droga, como la cafeína, light y sin efectos secundarios. Mi favorita.
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