Fotografía / Fred Bølge

Vamos al grano, Laura. ¿Cómo te dio por embarcarte?

«Quise estudiar Ingeniería Mecánica pero en la Universidad de La Laguna no había escuela. Entonces, me matriculé en Náutica».

¿Sabías dónde te metías? Una vida en medio del océano entre tempestades y piratas…

«Ja, ja, ja… Mi padre era marino mercante. De ahí el gusanillo».

O sea…

«Sí. Tras licenciarme conseguí trabajo en una naviera. Estuve diez años en un petrolero navegando por Canadá, Países Escandinavos…».

¡Chus!

«Luego pasé a una gabarra de combustible. Estuve cinco años hasta que tomé una decisión…».

Cuenta, cuenta…

«Decidí ser madre soltera, por lo que usé la fecundación in vitro».

Y dejaste de navegar, supongo…

«Efectivamente. Pasé a tierra como inspectora de buques».

Y colorín, colorado…

«¡Qué va! Lo más gracioso es que a los dos meses de dar a luz a mi niña conocí al hombre que hubiese sido el padre ideal».

Pues ya saben, a aumentar la familia…

«Ja, ja, ja… ¡A sus órdenes!