El octogenario Alberto Vázquez Figueroa, en Madrid, zona cero del coronavirus.
El tinerfeño Alberto Vázquez Figueroa, periodista y escritor superventas (Tuareg, Ébano, Océano, Manos, Cienfuego, El perro…), no pierde la forma ni los reflejos. Con 83 años y confinado en Madrid escribió Cien años después, una novela sobre la pandemia del coronavirus. Editada por Kolima, el título de la obra se remonta a la gripe española que asoló la Tierra entre 1918 y 1920. El final de la tragedia de entonces es el punto de partida para plantear ahora lo que podría ser el futuro de la humanidad después del COVID-19.
¿Cómo fue la pandemia de 1920?
«Fue una gripe que se extendió por todo el Mundo y mató a sesenta millones de personas. También provenía de un virus, como el actual, SARS-CoV-2».
¿Pensó alguna vez en escribir sobre una pandemia?
«No. Surgió a raíz de la expansión del coronavirus. Como todos los informes apuntaban a que el inicio de la epidemia venía de unos murciélagos y unos pangolines en Wuhan, empecé a estudiar el tema y a escribir la novela».
¿Se apunta a la teoría conspiratoria del laboratorio chino?
«No lo creo. Desde el principio ya se decía que el virus estaba ligado a los murciélagos y ellos siempre han tenido algo que ver en muchas epidemias. Hace unos sesenta años me mordió un murciélago vampiro en la Alta Amazonia ecuatoriana, el cual, o te transmite la rabia y te mata en el acto o te inyecta la draculina. Por fortuna aguanté, me inmunicé y ya no sé que es estar enfermo».
¿Su novela habla de realidad o ficción?
«Es una realidad a caballo entre lo que está pasando y lo que puede pasar. Es la historia de una familia que vive en una granja donde tiene todo lo que necesita, pero sabe que si alguien entra allí y los infecta, pueden morir. Esto crea una serie de remordimientos de conciencia. Es decir, ¿qué derecho tienes de matar a alguien que se acerque a tu propiedad y pone en peligro tu vida con el virus? Llega un momento en que las leyes actuales no sirven. Ante esto, un grupo de juristas internacionales dictan una nueva ley».
Esperemos que las circunstancias actuales vayan por otros derroteros…
«No lo sabemos a ciencia cierta. En la actualidad, por ejemplo, no podemos regirnos por las leyes de hace un año, cuando no te podían prohibir salir a la calle si no eras un delincuente. Hacías lo que te daba la gana e ibas a donde querías… Nuevo mundo, nuevas leyes».
¿Qué reflexión quiere dejar tras la lectura del libro?
«Hay muchas cosas que están cambiando. En dos meses hemos visto como la naturaleza vuelve a su sitio. ¡Hasta los delfines y las medusas están en el agua limpia y transparente de Venecia! Quiero transmitir que hay un doble problema: la pandemia y la solución. En el fondo, nadie tiene ni idea de cómo va a acabar esto. Se están dando palos de ciego y las crisis sanitaria y económica van para largo. A mí, con 85 años, ya me da un poco igual, pero me preocupo por mis hijos y nietos».
¿Habrá una segunda parte?
«Ya la estoy escribiendo. Esto va para largo. Se va a llamar La vacuna. ¿Qué pasará si se encuentra una vacuna? ¿De quién va a ser la propiedad?… Creo que lo importante no es encontrar una vacuna, sino encontrar un remedio, una medicina. Porque la medicina será para que el que esté enfermo se cure, pero la vacuna habría que aplicársela a toda la humanidad y eso es imposible. Es un tema que me planteo».
Y si encuentran la vacuna, ¿a quién se le aplicarán primero?
«¡Claro! Esa es otra pregunta que me hago. ¿A los políticos? Dios nos libre… ¿Para que nos sigan jodiendo? Ja, ja, ja… ¿A la gente rica, por tener más dinero? ¿A la juventud?… A las personas viejas no porque se van a morir… Va a ser un problema moral muy grande».
¿Esta pandemia es la situación más al límite a la que se ha enfrentado?
«Sí, sin duda. No hay comparación con ninguna guerra. ¡Y mira que he visto guerras! Allí te disparaban y sabías quien te pegaba el tiro y detrás de qué pared te tenías que proteger. Aquí no sabes nada de nada».
Novelas suyas como Tuareg o Rottweiler han sido llevadas al cine. ¿Le gustaría ver Cien años después en la gran pantalla?
«Eso, ahora mismo, no depende de mí. Ya he recibido varias propuestas, pero está todo parado. Habrá que esperar a que la situación se tranquilice un poco. Así que ajo y agua. Ja, ja, ja…».
¿Y sobre qué novelas tiene propuestas?
«De momento, tengo varias con productoras americanas. Veremos… Por ejemplo, voy a volver a hacer Tuareg».
Hace años inventó un sistema para desalinizar el agua del mar a bajo coste. Lo cuenta en los libros Agua y El agua prometida. Buscó socios y montó una empresa. ¿En qué situación está el proyecto?
«Lo machacó la ministra Cristina Narbona, que impidió que se hiciera durante el gobierno de Rodríguez Zapatero. En cambio, se gastó tres mil millones en hacer 52 desaladoras que nunca han funcionado. Perdí tres millones y medio de euros y ya no quiero saber nada más de eso. No quiero perder más. Quise hacerle un favor a la gente y me costó una fortuna».
EL CURIOSO IMPERTINENTE
¿Para cuándo un libro con sus memorias? «Nunca».
¿Sus silencios harían temblar a más de una persona? «No, no lo creo… Ya he hecho temblar a mucha gente».
¿Qué tiene Madrid que no tenga Lanzarote? «Un montón de coches».
¿Qué situaciones son idóneas para soltar un taco con toda su intención y letras? «Hay miles de momentos. Yo los empleo a menudo».
Periodista, escritor, inventor… ¿Qué le gustaría ser de mayor? «Rentista».
¿Con qué ha ganado el dinero más fácil de su vida? «Probablemente, con la novela El perro. Tardé una semana en escribirla».
¿Y cómo lo ha perdido con más rapidez? «Con proyectos que no fueron como se habían planeado».
¿Quién es el amor de su vida? «No vale la pena vivir la vida con un único amor».
¿Qué le produce especial rechazo? «La hipocresía».
¿Una debilidad? «Las mujeres».
¿Con quién le gustaría mantener una conversación inolvidable? «Con Ava Gardner».
¿Qué persona viva le genera más desprecio? «Un político canario ya retirado».
¿El contacto más valioso de su móvil? «El de las amistades».
¿Cómo le gustaría morir? «Escribiendo».
¿A quién abraza cuando se siente solo? «Si estoy solo no abrazo a nadie. Ja, ja, ja…».
¿Un lujo al que no renuncia? «Fumarme un puro después de comer y otro después de cenar».
¿Qué es lo que más le molesta que puedan decir de usted? «Nada. Pueden decir lo que quieran. Ya me han dicho de todo… Me gustaría que alguien inventara algo nuevo que decirme».
¿Qué normas suele incumplir? «Suelo incumplir casi todas las normas. Mientras no sean leyes y solo sean normas, las incumplo».
¿Le miran mal cuando enciende un puro palmero? «Allá ellos».
¿De qué está cien por cien seguro? «De nada. No se puede estar cien por cien seguro de nada. Cuando has llegado a mi edad y creer que ya lo has visto todo aparece el coronavirus y te cambia todos los planes. ¿Quién está cien por cien seguro de algo hoy?».
Firma:
Isabel Alonso
Fotos:
Javier Muñoz y Carolina Sánchez
Genial como en toda su obra,