Educando, que es gerundio. A la comunidad educativa, es decir, alumnado, familias y administración educativa, nos falta un tris para el tan deseado final de curso, con la llegada de las calificaciones finales. De ese papelito dependerán felicidades y castigos, veranos al sol o veranos en clases particulares, pero, sobre todo, una visión del estado de las cosas, porque este curso se ha venido implementando la nueva ley educativa, Lomloe, el enésimo invento para presuntamente mejorar la educación en España. Hasta el momento, yo que soy profe, raro es encontrarse a un defensor de las virtudes de la nueva ley, más bien caras torcidas y que el nuevo reglamento ni fu ni fa, lo cual es peor, la indiferencia.
El caso es que volvemos a encontrarnos con alumnado que pasa de curso con decenas de materias suspendidas porque no han dado un palo al agua. Todo esto ya lo sabíamos, y es precisamente de ese alumnado del que no quiero hablar, sino de estudiantes que dan el callo y se quejan al encontrarse el curso siguiente en los mismos pupitres a estudiantes que no pueden repetir más. ¿Qué mensaje enviamos a ese alumnado que se ha esforzado?
«La ley obliga torticeramente al profesorado a aprobar a quien no lo merece»
En el sistema educativo canario no existen mecanismos para premiar la excelencia, más allá de poner un sobresaliente. La inclusividad, la igualación, se llevan a cabo por debajo, hasta el punto de que a alguien bueno no se le puede poner un 10 porque el sistema ni siquiera lo recoge. Tampoco por debajo, porque es lo mismo un 1 que un 4, es decir, insuficiente, aunque todos sabemos que un 1 no es un 4. Tanto por arriba como por abajo, persisitimos en igualar. El nivel académico no es real, no es el que reflejan las notas porque la ley obliga torticeramente al profesorado a aprobar a quien no lo merece. Es la verdad que no se dice.
Hay tanto que hacer que uno siente que es agua que se escapa entre las manos. Controlar el absentismo de alumnado y profesorado estableciendo premios para quienes no faltan con asiduidad, erradicar el uso de dispositivos móviles, dejar poner las notas numéricas de cero a diez e implementar medidas para ese alumnado sobresaliente son acciones facilitas que podrían asumir quienes, tras las elecciones, se apunten a la Consejería de Educación.
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