Le estoy cogiendo el gusto a escribir en un avión. Hoy estoy volando a Madrid y no es, precisamente, por vacaciones, que necesito urgentemente. Es, más bien, por haber orinado en la calle, pero, como toda historia, es mejor empezar por el principio. Corría el año 2019 y viajé a la Capital para celebrar el cumpleaños de mi amigo Patricio. Había organizado una fiesta de pelucas y no me la podía perder. Tuve la suerte de quedarme en casa de David, que también estaba invitado. Después de recorrernos las calles en busca de pelucas encontré una muy al estilo Pulp Fiction: negra, con flequillo y con el corte por las orejas. Nos encontramos en el cumpleaños con más personas y todas, obviamente, tenían pelucas.
Después de risas y fiesta decidimos cambiar de bar. Éramos unos especímenes alegres por las calles de la Villa, sin miedo a nada. Y siempre con nuestras pelucas, claro. Hasta que me entraron ganas. Me arrimé a un lado y cuando estaba en plena faena llegó un agente de la Policía secreta y me multó. Con razón. En vez de pagar 700 euros me dieron la opción de sustituirlo por servicios comunitarios. Por eso, ahora, barreré algunas calles de Madrid. Literalmente.
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