«Fantástica la mano del cocinero Yassine Mourd al frente de una carta renovada que cuidan Chus Luque y Luis Lerín»
El valle de Cocora se localiza en la cordillera central de los Andes colombianos, espacio natural que alberga uno de los paisajes más cautivadores de Sudamérica gracias a la abundante presencia del árbol nacional de Colombia, la palma de cera, la más alta del Mundo. Esta área protegida inspiró el nombre del Kocora Café en el parque La Granja de la capital tinerfeña, pues un par de palmeras washingtonias, también de porte esbelto, custodian la terraza. Al frente del establecimiento se sitúan los jóvenes emprendedores Chus Luque y Luis Lerín. Los dos transmiten la confianza y seguridad necesaria para convertirse en referentes de la hostelería en la Isla. Lo están haciendo muy bien, lo que no sorprende pues han aprendido del padre de Luis Lerín, uno de los grandes de esta actividad en Tenerife, recientemente fallecido.
La sintonía empresarial surgió en el histórico instituto Teobaldo Power, donde estudiaban. Y hasta la fecha. Con experiencia, también, en otras inversiones, el Kocora se levanta sobre la que fuera Discoteca Ku, que inaugurase Luis Lerín (padre) en los años ochenta. Y, claro, no cuesta percibir que el éxito que tuvo la célebre sala se extiende ahora a este restaurante que seduce por el agradable entorno y la cuidada fusión que ofrece. Aires de cocina nikkei que transportan a la cocina peruano japonesa. La cordillera andina asoma de nuevo.
Fantástica la mano del cocinero Yassine Mourd al frente de una carta renovada que cuidan Luque y Lerín, que están para rotos y descosidos. Lideran, hacen equipo, se desviven y gestionan con eficacia. Se nota el buen ambiente. Será por eso que la atención de mesa solo merece felicitaciones, nada fácil cuando estamos inmersos en unos exigentes protocolos de seguridad sanitaria.
Empezamos con una ensalada de gambón en vinagreta clásica con frutas de temporada y millo tostado. El clásico entrante embauca desde el primer bocado. La cosa empieza bien y continúa con un ceviche de peto canario, de los más sabrosos que hemos probado a este lado del Atlántico. Seguimos con unos baos de carrilleras de cerdo con cebolla encurtida en vinagre de vino blanco y mayonesa kewpie. El bocadillo tradicional en las calles del sudeste asiático, reinventado ahora en Occidente (el nuevo pan está de moda), se presenta en su cesta vaporera y se devora en un pispás. Finalizamos el gustoso almuerzo con lomo de atún marcado en salsa de teriyaki, con calabacín japonés y guarnición de papas en doble cocción. Los platos se riegan con un rico Moon blanco seco de Bodegas Tempus (Valle de Güímar).
La sobremesa invita a alargarse. Estaríamos hasta las doce de la noche, pero otras obligaciones impiden el sortilegio. Me cuentan que ver caer la tarde en Kocora no tiene precio…
Firma: Maribel Andión
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