Fotografía / SuAr
Tatuarse la piel es una costumbre que ya se practicaba en la prehistoria. Además, son numerosas las momias egipcias halladas con tatuajes de todo tipo. Las culturas asiria y fenicia también utilizaban esta práctica, al igual que las mujeres bretonas y los combatientes de Bretaña que luchaban contra las legiones romanas. En Canarias, la población aborigen se estampaba pintaderas y en la América precolombina era tónica habitual. También, cuando el capitán James Cook regresó a Londres en 1769 tras su viaje por el Pacífico Sur lo hizo en compañía de indígenas con todo el cuerpo tatuado.
Ahora, en el tercer milenio, el tatuaje se ha globalizado y vive su mejor momento. Lo saben bien Sara Rivero (Sara Rock) y su pareja Vladimiro Chico, referentes de esta actividad en el Archipiélago desde el Malibú Tattoo Studio de la Capital tinerfeña. Sara Rock, que estudió Bellas Artes en la Universidad de La Laguna, se hizo su primer tatuaje (un pequeño sol) a los quince años y hasta la fecha no ha parado. Es más, no tiene previsto parar. Siempre hay algún espacio sin tintar. «Una vez rompes la barrera lo normal es seguir. El tatuaje es mi pasión», asegura.
«Nos gustaría tener un segundo cuerpo para seguir tatuándonos»
Vladimiro Chico, por su parte, aprendió a dibujar junto a su padrino y aunque estudió Electricidad siempre tuvo claro que quería dedicarse al mundo del tatuaje, estética que asumió gracias a su pasión por el heavy metal. Su primer tatuaje fueron las iniciales de su nombre y apellidos en la barriga «¡para no perderme!», exclama entre risas. En estos momentos planea tatuarse la mitad de la cara. Son pareja desde hace siete años y tienen una hija en común, Greta, de cuatro años.
Desde siempre se han sentido personas alternativas y al igual que Chico siente predilección por el rock duro (tatúa al ritmo de la banda Cannibal Corpse), Sara Rock se decanta más por la fantasía, la cultura indi, pin-up… «Fluyo mucho. Me gustan los colores, vibrar…», subraya, para añadir que ella prefiere tatuar mientras suena buen jazz o blues.
Sus estilos son distintos. Ella trabaja el water color y full color, contrastes de colores, realismo…, mientras que él solo se apunta al negro a través de elaboradas tipografías. Odia el color. Coinciden, no obstante, en un imposible: «Nos gustaría tener un segundo cuerpo para seguir tatuándonos».
De igual forma, el piercing forma parte de la decoración de sus cuerpos. Eso sí, sienten predilección por el tatuaje, arte que requiere «dibujar bien, tener una técnica metódica y paciencia y capacidad para relacionarse con la gente», subraya Sara Rock. Esto último es importante, pues tatuarse lleva consigo sufrir dolor. No obstante, dicen que es soportable («intentamos que sea una buena experiencia»). En cuanto a los lugares más sensibles, los localizan en la barriga, cuello, empeines, costillas y nalgas.
A su estudio acuden hombres y mujeres de toda Canarias e, incluso, de la Península y resto de Europa. Sus tatuajes se demandan y la lista de espera es tónica habitual en sus agendas de trabajo. Y entre la clientela, perfiles de todo tipo y condición socioeconómica.
Aparte de esta actividad, Sara Rock imparte clases de tatuaje artístico en el Centro Integrado de Formación Profesional Las Indias en Santa Cruz de Tenerife y en el Centro Nacional de Formación Ocupacional de Las Palmas de Gran Canaria.
«Se trata de dibujar bien, tener una técnica metódica y paciencia y capacidad para relacionarse con la gente»
El precio de los tatuajes oscila desde los cincuenta o sesenta euros hasta miles de euros y no todas las peticiones se aceptan. Por ejemplo, Sara Rock dice que no tatúa temática nazi y que con menores de edad va con tiento ya que, si bien los tatuajes se pueden quitar con láser, en principio «son para toda la vida». De igual forma, Vladimiro Chico asienta que no recomiendan tatuar el nombre de la pareja por lo que pueda pasar y que «no tatuamos nada que no sepamos hacer».
Lo normal es que se apoyen en diseños previos aceptados por la clientela, sin embargo, en ocasiones, tienen vía libre para expresar libremente las creaciones. «Entonces nos explayamos», dicen joviales, para añadir que «hacemos pocas cosas que no nos gusten. Suelen aceptar nuestras sugerencias».
La reconstrucción de areolas («de los trabajos más gratificantes») en centros de estética y en el Hospital Universitario Nuestra Señora de Candelaria es otra de las habilidades de Sara Rock.
En cuanto a las tendencias actuales, señalan que no es fácil al ser una práctica artística muy personal que, muchas veces, «se entienden por experiencias vividas». Quizás, se decantan por los tatuajes tradicionales americanos u old school, que se asocian con la simbología del mundo marinero, el amor, el patriotismo… o los tatuajes con un solo tema que se extienden por todo el cuerpo.
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