Imagen: Juan Castro

No, no lo es. La epidemia que nos mantiene en nuestras casas no es ni la primera ni la única. Desde la época de la Conquista de las Islas Canarias, según se recogen en muchos artículos de distintos investigadores, la población canaria se ha visto expuesta a un riesgo permanente de contagios que llegaban del exterior.

El descubrimiento de América convirtió al Archipiélago en lugar principal como escala en el camino hacia el Nuevo Mundo. Esto, tan enriquecedor en casi todos los aspectos, tenía como parte oscura el que también llegaran muchos enfermos que extendían sus epidemias por las Islas.

Por eso no nos salvamos de la peste, la fiebre amarilla, el paludismo, el vómito negro, la lepra, el tifus, la viruela… Todas ellas, ayudadas por la falta de higiene y la malnutrición de buena parte de la población,  se extendían rápidamente diezmándola en poco tiempo. ¿Qué se hacía entonces? Pues… salvando las distancias, lo mismo que ahora: se obligaba a aislar a los enfermos y se exigía un censo con los afectados.

La primera de la que tenemos constancia –tras la Conquista- fue la Peste Bubónica y se produjo en La Laguna al finalizar el siglo XVI (1582). Era transmitida por ratas y pulgas en desgraciada coordinación. Y ahí se impone por ley la primera cuarentena por la que se prohibía desembarcar a los pasajeros de barcos sospechosos de llevar enfermos durante cuarenta días.

La fiebre amarilla en 1703 y 1706; la viruela, en 1780 y 1799; además del cólera morbo, que se cebó con el puerto de Las Palmas de Gran Canaria en 1851, fueron otras epidemias que  se cebaron con el Archipiélago.

El trío de la muerte. Las tres epidemias más importantes en el resto de España y del mundo, y que acabaron con la vida de casi 600 millones de personas fueron la viruela, el sarampión y la mal llamada gripe española, que se llamó así porque España fue el primer país en informar de su existencia, pero no se originó aquí.

Así que la del COVID-19, no es la primera… es la última. Por ahora.

Alejandro de Bernardo
@AlejandrodeBernardo